sábado, noviembre 20, 2010

MI DUELO

Foto Ruipalha
Tuvieron que pasar muchos años
para que casualmente
alguien le pusiera nombre.

Mi tristeza se repartía
entre un llanto desconsolado
y un llanto resignado,
me desgarraba por dentro
con las mismas lágrimas amargas
de quien entierra a un ser querido.

Puse tierra y carretera por medio
sin ningún éxito;
la razón golpeaba brutalmente al corazón
cuando ante mi sufrimiento
una de las personas que más aprecio
me decía “Haz las maletas que te llevo”.

Me despertaba con una honda desesperanza,
sin ganas de levantarme de la cama,
ponía la música que tiempo atrás me acompañaba
y recordaba lo vivido,
y lo que por decisión propia ya jamás viviría;
respondí a esa llamada de teléfono
con la voz perdida en añoranza,
en querer ser lo que no se podía;
escribí la carta más triste de mi vida,
renunciando a lo que tanto quería,
y recibí otra que cuando la tengo delante
nunca deja de empañarme la vista.

Aquí tracé un dibujo extraño
que representaba dos mundos:
uno lleno de sol, alegría y vida;
el otro sobrio, gris y negro
que sin haber entrado en él
inconscientemente sabía que recorrería
de principio a fin.

Aquel verano instintivamente
mi color era el negro,
la indecisión me perseguía,
soñaba que volvía…,
y por la arena de la playa
aquel alegre chico
corría a mi encuentro,
a salvarme por unos días de mi apatía.

Cada curso mi tristeza
se tornaba en rebeldía,
ojos brillantes en las fotos,
ese brillo que refleja la tristeza
del llanto previo acumulado.

… Y ya hace tiempo que recorro esa otra senda
en la que encuentro espinas y rosas,
en la que hago lo que sabiamente
en aquella carta alguien importante me aconsejó,
en la que a veces encuentro gran satisfacción.

Sin embargo, en el fondo de mi mirada
anida aquel duelo por algo que murió,
fuera y dentro de mi interior,
pues en ese mundo que rocé y abandoné
quedó enterrada
aquella alegría que tenía.


viernes, noviembre 12, 2010

DE LAS CATACUMBAS AL AZUL DEL CIELO


A veces saco de mi cajón
recuerdos cada vez más preciados
y más ajados por el tiempo,
para no marchitarme de tristeza
en esta cárcel sin ojos,
entre vidas ajenas,
disputas absurdas
que nunca serán mi guerra;
sin saber, sin entender
a personas sin alma que vagan
entre tinieblas,
ocultos bajo ropajes
de un personaje
que ya nunca conoceré.

Hoy llevaba en la mente sus ojos,
esos ojos inquietos
que el hombre gris
tenía para mí…;
los besos y la alegría que desprendía
aquel compañero inolvidable
al estar junto a mí.

Han vuelto a sonar los acordes
de otro saxofonista
que sin querer
me han hecho sonreír,
me ha recibido el amable Zapatones,
he saludado a esa compañera que me recuerda,
sin que a mí me suene de nada,
y tras la mesa, con mi chico alegre,
he despejado nubarrones
hasta aclarar su cielo
y fundirme con una sonrisa
franca y agradecida
que por unos momentos
me ha hecho feliz.